"Cuando Musil volvió a Viena sus amigos formaron una Sociedad Musil, cuyos miembros se comprometían a aportar cada mes una determinada cantidad con el fin de que él pudiese trabajar tranquilo en El hombre sin atributos. Musil conocía la lista de los miembros y hacía que se le informase sobre si entregaban puntualmente las cantidades que les correspondían. No creo que se sintiese avergonzado por la existencia de tal sociedad. Opinaba, y con razón, que esa gente sabía lo que estaba en juego. El hecho de que se permitiese a alguien contribuir a esa obra era para este una distinción. Hubiera convenido que se hubiera apuntado más gente. Siempre tuve la sospecha de que él consideraba esa Sociedad Musil como una especie de orden. Ser aceptado en ella constituía un alto honor, y yo me preguntaba si Musil habría excluido de tal orden a sujetos mediocres. Se necesitaba un sublime desprecio del dinero para seguir trabajando, en tales circunstancias, en una obra como El hombre sin atributos. Cuando Hitler ocupó Austria aquello se terminó, ya que la mayoría de los miembros de la sociedad eran judíos."
Elias Canetti, El juego de ojos, (III volum de la seva Autobiografia), trad. Andrés Sánchez Pascual, Mondadori
Si no hagués escrit res més, Canetti hauria passat igualment a la història de la literatura amb aquests tres volums en què no només ens explica la seva vida, sinó que és tot un fresc on els personatges destaquen amb una força impetuosa.
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